26 enero 2010

Amanecer desde el Real de Manzanares



Vista del Embalse de Santillana, tomada al amanecer desde el Castillo de El Real de Manzanares, como me gusta llamar a esta tierra.

Viene este nombre de cuando peleando los concejos de Segovia y Madrid por estas tierras, fronterizas entre unos y otros allá por el s.XIII, cansó el rey Alonso X de tanta disputa, y guardó para sí la propiedad, pasando a llamarse El Real de Manzanares.

Posteriormente, pasó a la familia de los Mendoza, Duques del Infantado, Marqueses de Santillana, y algún que otro título más, pero eso es ya otra historia...

22 enero 2010

Párrafo en el que se da cuenta del parecer de un barbero sobre nuestra Sierra


“ … ¿Qué montañas son esas? – pregunté a un barbero-sangrador, que montado en una burra del mismo pelo que la mía, emparejó conmigo a eso del mediodía, y me acompañó durante unas cuantas leguas – …”

“Se llaman de diverso modo, Caballero, - respondió el barbero – según los nombres de los lugares inmediatos. Aquellas de allá lejos, son la serranía de Plasencia, las que hay frente a Madrid son las montañas de Guadarrama, por un río de este nombre que en ellas nace. La cordillera es muy grande, Caballero, y separa los dos reinos; del lado de allá está Castilla La Vieja. Son magníficas estas montañas, y aunque nos mandan muchísimo frío, a mi me agrada contemplarlas, cosa que no es de extrañar, pues he nacido en ellas, aunque ahora, por mis pecados vivo en un pueblo del llano.
No hay en toda España cordillera como ésta, Caballero; tiene sus secretos, sus misterios…
Muchas cosas singulares se cuentan de esas montañas y de lo que ocultan en sus profundos escondrijos, porque ha de saber usted que la cordillera es muy ancha, y se puede andar por ella días y días sin llegar a término. Muchos se han perdido en ella y no ha vuelto a saberse nada de su paradero.
Entre otras rarezas, cuentan que en ciertos sitios hay profundas lagunas habitadas por monstruos, tales como serpientes corpulentas, más largas que un pino, y caballos de agua que a veces salen de ella y cometen mil estropicios.
Es cosa averiguada que allá lejos, hacia el Oeste, en el corazón de la montaña, hay un valle maravilloso, tan estrecho, que en él sólo se le ve la cara al sol en pleno mediodía. Este valle permaneció desconocido durante miles de años, nadie soñaba de su existencia. Pero, al cabo, hace muchos años, unos cazadores entraron en él casualmente, y ¿sabe usted lo que encontraron, Caballero? Encontraron una pequeña nación, o tribu de gente desconocida, que hablaba una lengua ignorada, y que acaso vivía allí desde la creación del mundo sin tratarse con las otras criaturas humanas y sin saber de la existencia de otros seres cerca de ellos.
Caballero, ¿no ha oído usted hablar nunca del Valle de Las Batuecas? Se han escrito muchos libros acerca de este valle y de sus habitantes. A mi me enorgullecen estas montañas, Caballero, y si yo fuera hombre independiente, sin mujer y sin hijos, compraría una burra como la de usted – excelente, por lo que veo, y mucho mejor que la mía - y me iría a recorrer esas montañas hasta descubrir todos sus misterios y haber visto las maravillas que contienen…”

GEORGE BORROW: La Biblia en España, o Viajes, Aventuras y Prisiones de un inglés en su intento de difundir las Escrituras por la Península Ibérica (1842)